De hace ya un tiempo, tengo por costumbre -tenemos, aunque mi compañía es cada vez más reticente- el visitar restaurantes, locales y cafeterías que, a priori, se hacen hostiles al Comensal Joven Español (CJE). Con esto me refiero al comensal medio, en el que me incluyo; que posee cierta cultura gastronómica pero no busca experiencias de nicho, centradas en la inmersión.
En un restaurante, buscamos el sabor, el ambiente y, hasta cierto punto, una carta con extravagancias de felpa, confortables y estéticas, que aludan a la gama de sabores que amamos y conocemos, en muchas ocasiones introduciendo elementos internacionales adaptados a nuestro paladar. Estos manguitos gastronómicos nos sirven para mojar los pies en los elementos más punkies de otras gastronomías sin que se nos corte la digestión.
Probablemente, la presentación de una suerte de crema de huevo salada, cuajada (poco, espero) y rellena de patatas pochadas y cebollas, resulte poco apetecible para el comensal del norte de Europa, que busca alguna carne o queso con el que aportar el archipervertido umami al plato. Así nace la versión -adaptada a su cultura- de la tortilla de patata que todos hemos contemplado, con sorpresa, pavor y algo de morbo, en menús de Tapas fuera de España. Esa tortilla es horrible. Seguramente no está tan mal -si está hecha con cariño y cuidado- si te lo presentan como frittata, pero no se parece a una tortilla que conozcas. Es una cuestión estudiada: crecemos con una serie de sabores que se atan a nuestra memoria.
Por esto son mejores las croquetas de tu abuela que las de la mía*.
Aquí os dejo un artículo muy interesante sobre este fenómeno: Por qué piensas que las croquetas de tu madre o de tu abuela son las mejores (aunque no sea verdad)
La adaptación cultural es lo que hace que la gastronomía española, diversa pero sólida y con elementos muy representativos, aparezca de maneras totalmente distintas en lugares tan remotos como Pekín, Londres y Tomelloso. O por otra parte, lo que explica mi sorpresa y la de otros tantos al ir a un restaurante chino (de los que están llenos de chinos y tienen gatos en la cocina) y no encontrar arroz tres delicias o cerdo agridulce.
En esta primera introducción a la jungla gastronómica de Madrid, os traigo dos recomendaciones, breves, asequibles y riquísimas para comer comida asiática como si tu abuela fuese de Shenyang.
*Cosa que además te garantizo, puesto que las de la madre de mi padre se componían en su totalidad de amor, sin dejar espacio para una buena croqueta.
Kitchen 154
Esta popular tríada de restaurantes, con sedes en Malasaña, el mercado de Vallehermoso y deep Chamberí, supone una entrada fantástica a la gastronomía panasiática con toques modernos. La comida es fantástica y el menú va cambiando con la temporada, por lo que merece la pena echar un ojo antes de ir al tuntún. Se nota que saben lo que hacen detrás de los fuegos y son francamente agradables delante, por lo que son una opción agradable para experimentar de primera mano las lindezas de la gastronomía india.
Otro de los pros de esta cadena es su ambiente desenfadado y variado, en el que nunca os sentiréis extraños. Tiene lo mejor de la restauración cercana de madrid sin renunciar a la aventura.
Recomiendo pedir cerveza o leche para beber.
Precio: unos 20 € por cabeza, gratis sin ella.
Puntuación: me encanta pero a mi novia nunca le apetece.
Aviso: todo pica más que una hostia con un churro de piscina mojado, así que id preparados y dejaos aconsejar. Acostumbraos al picante y la extrañeza porque vienen gastroenteritis curvas.
Restaurantes Xiongzao y Jia Jia
Un partido a dobles.
El primero, Xiongzao, está concurrido y deberéis esperar para entrar. Aunque hay una alta rotación de mesas, el ritual de paso al local es curioso cuanto menos. Los camareros hablan poco español, así que en caso de no haber sitio, deberéis dirigiros a cualquiera de ellos y, en lenguaje de gestos internacional, indicar cuántos sois. Os darán un número en un post-it y esperaréis. En la calle. Cuando os toque entráis y coméis, preferiblemente, sus baos, que son deliciosos, caseros y absurdamente baratos.
Además tienen sopas -algo sosas las no picantes, aunque enormes y con ingredientes frescos- y pinchos, todos con la misma mezcla de especias. Sus entrantes son sorprendentes y hay mucha variedad de sabores. La torta de carne no es ninguna broma. Recomiendo pedir alguna de sus bebidas más raras interesantes.
El menú está traducido de forma suficiente y son bastante comprensivos con alergias e intolerancias. No esperéis elegancia alguna, un gran servicio ni un local maravilloso, pero la experiencia merece la pena para aquellos en busca de la autenticidad.
Precio: unos 7€ por persona física, 80€ para entes no personales y personas fiscales.
Puntuación: 一个好的开始
Dirección: Calle San Leonardo, 3, 28015 Madrid
Si Kitchen y Xiongzai significan mojar los dedos en la autenticidad, Jia Jia es quitarse el bañador y saltar a la fosa de las Marianas en pelotas. Sin adaptación alguna -ni falta que les hace, puesta su clientela puramente china- Jia Jia nos ofrece una variadísima carta, con más de 80 platos que nos permiten entender esta riquísima cocina. Muchas cosas pican y encontraremos productos y partes de animales que jamás pensaríamos en probar, pero se nota el cariño y la memoria que se cocinan aquí. Los sabores no son en ningún momento desagradables ni muy fuertes, e incluso encontraremos algún viejo conocido en el menú.
Recomiendo pasar por los otros restaurantes antes, ya que este último supone una inmersión total que puede ser demasiado para algunos comensales.
El personal es agradable aunque no muy atento. Recomiendo muy mucho pedir cuantos boles de arroz blanco seáis capaces de consumir para acompañar y abrir la mente todo lo posible. Y antiácido, ya que hay más picante que en la comunión de un mariachi (preguntad al camarero, que os ayudará encantado).
Para beber, lo mejor es 冰茶.
Puntuación: 4 hígados de cordero fritos con verduras y guindilla fresca sobre 5.
Precio: pues barato, la verdad. Menos de 20 € seguro y las raciones son grandes. Más de 2,99€ seguro.
Dirección: Calle Álamo, 3, 28015 Madrid