(Almudena López Molina, 2017.)
Una paquete con las señas de Almudena en el buzón, lo mandó aunque no me comprometía a reseñarlo. Sobre estos palos, mi casa; Sevilla [ciudad construida] sobre “estos palos”1. Bien podría ser una referencia sin consecuencias, pero algo tendrá que ver la capital andaluza siquiera en los nombres de los personajes, en su vagar sin rumbo fijo por los pasillos y las calles. Si podemos fiarnos, Almudena López Molina escribe audioguías muy solicitadas. Claro que hay otros muchos méritos de fácil acceso en la red; este me llamó la atención, nunca me propuse que nadie las escribiera.
“Pero qué difícil es explicarle a un sillón los propios anhelos, ay”.
Satélites es la historia de una muerte y del más allá de los que sobreviven, el marido y los hijos, al funeral de la madre. [Que muere es la premisa, no la historia, como la vida misma.] Aunque me gustaría discrepar, por juventud o por juego, con Luis Goytisolo, presidente del jurado que otorgó la distinción a la autora (Premio Vuela La Cometa 2018), la naturalidad de la primera persona brilla con luz propia -Estrella se llama la madre, y de ella deviene el sentido. Muerta ella, la novela se resiente, se pervierten los instintos de los otros, se pierde y se encuentra hacia el final: Almudena está cómoda entre los recuerdos de su protagonista, en las líneas de la memoria.
“Mi voluntad está en el agua. Y aquí estoy bien, en la oscuridad aterciopelada…”.
Los diálogos no tutelados supusieron una grata chorprecha. Nada de “-dijo ella-, -él dijo-”, pura sangre.
Fanteaseando un poco, sin rigor mortis, la identificación en todos los niveles de escritura (mito, realidad y ficción) mediante el hilo que teje la enferma: Moira, hilo de la vida; Aracne, el hilo de las entrañas; Ariadna, el hilo a través del laberinto. Y Almudena, valga la redundancia. Quisiera explicarme mejor.
Me siento obligado a esgrimir a Celaya, o al menos remitir a los curiosos al poema Alfa-2.
1De las Etimologías de San Isidoro, el origen posible de Hispalis (Etimologías XV,1,71).
