Poesías (Amelia Rosselli)

(Amelia Rosselli, 1930-1996.)

Resulta difícil hablar de poesía como resulta de las cosas importantes sobre las cuales sólo tenemos alguna idea prestada. Me sentiría sin embargo miserable si no hablara hoy de Amelia Rosselli, siendo una de esas voces que se prestan a la poesía. De ella vino a hablarnos un señor calvo allá por el mes de abril. Revisando las notas de aquel día llego a la conclusión de lo infructuoso de extenderse sobre la vida y obra de un poeta; del academicismo, al cabo.

Amelia escribe para las manos, si tal cosa es posible. No median palabras, subyace el flujo de los ambientes íntimos; la voz sobre el sentido, la misma lucidez espantosa de Alejandra, el mismo final. La muerte en ningún caso es romántica ni poética, se contaría más bien entre los antipoemas del chileno, aunque a la verdad conforme no hay poesía en medio de los inmortales.

Se l’anima / scende dal suo gradino, la terra muore. [Si el alma / desciende de su pedestal, la tierra muere.]

En el prólogo, P. (reconvenimos al autor a la sigla por no divertir la atención del lector) habla de una “poética del lapsus”: premeditada falta de atención contribuye al embellecimiento del óvalo (antes de pasar al estado-de-ninfa). Un vuelo el suyo errante torno a la clepsidra, sin observar alturas, sin prisa, vigoroso y letal. Pese a no adolecer de hermetismo, no es poesía para principiantes, “No entre nadie que no conozca la geometría”. Franquear este laberinto pide familiaridad con las metamorfosis del lenguaje, a riesgo de perder irremisiblemente el gusto por los espejos. Pero merece tanto la pena.

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