84, Charing Cross Road

(Helene Hanff, 1970.)

Regalo de I. por el Día del Libro. Suele acompañar los regalos de un: “No sé si te gustará”. Tierna duda para alguien que siempre acierta. La correspondencia tiene para mí un valor mistérico, será esta época árida. Mi único interlocutor, el banco S., me escribe ocasionalmente para pedirme dinero. Las cartas suponen un mecanismo providencial a la hora de contar una historia a medida que se crea, obviando la intención del autor. Esta es una historia deliciosa, por usar un epíteto victoriano. No tiene más que un puñado de páginas que se suceden amables, al ritmo indolente de las nubes en primavera. “Un índice nos permite ver la estructura de un texto”, recojo al vuelo la cita del profesor para dejar constancia del momento presente. Los aficionados a los libros libros (doblo el sustantivo para distinguirlos de los libros electrónicos y otros infames formatos) la encontrarán especialmente candorosa. Al respecto, alguno planteará la feliz herejía de leerla en una pantalla… No haré mía la hercúlea de sanar la estupidez, ni J. quiso obrar ese milagro.

Por cierto que por principios me niego a aportar el número de páginas.

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